Qué complejo, no me había puesto en la tarea de analizar cómo estaba educando a mis hijos?, a pesar que uno siempre reflexiona acerca del cómo creemos que lo estamos haciendo como papas, pero no pasa de una reflexión matutina, que no conlleva acción, pero hoy pienso, estaré educando a mis hijos de la mejor manera?, será que ellos ven en mi un ejemplo a seguir?, existirá el dialogo necesario, adecuado, la compresión para una interrelación afectiva, duradera y efectiva, será que los límites que les he impuesto son los correctos?, es necesario consensuar o se debe imponer sin más?.
Pienso acerca del miedo que tenemos cómo padres, que les ocurra algo grave, que muchas veces no los dejamos experimentar, crecer, responsabilizarse de sus actos, de sus decisiones, sabiendo que cada una de esas posibilidades los potencian y los hacen madurar, a través de una buena o mala experiencia, de un momento triste o de una buena aventura.
Por otro lado me ocurre más habitual de lo que me gustaría, que tiendo a compararlos, a pesar de saber, que son dos universos absolutamente distintos, con luz y vida propia. Al observar todo esto, me doy cuenta, de lo importante que es el aprender de otros, hablar acerca de nuestras experiencias, cuantas veces dejamos de hacer o decir algo, porque no sabes cómo hacerlo, cómo decirlo, cuando un abrazo, un te quiero, es suficiente en muchas ocasiones.
Una buena conversación, acerca de las experiencias que hemos tenido como padres, con otros y con nuestros hijos., nos puede ayudar a resolver de mejor maneras nuestros conflictos como padres.
Hay que reconocer que no somos perfectos, que nos equivocamos, que tenemos un millón de virtudes, que hemos compartido día a día con unos de los seres más importantes de nuestra vida, nuestro hijos.
Me encnató esta reflexión.