Si estuviera en el bosque y me encontrara con un oso mucho más grande que yo --mido 1.58cm, no es muy difícil-- y no tuviera instrucciones que seguir en esa situación, seguramente aumentaría mi pulso, viajaría más sangre de los órganos del sistema digestivo hacia los músculos de brazos, piernas, extremidades, y se aceleraría el ritmo cardíaco para permitirme entrar en modo "fight or flight" (lucha o fuga). Sería posible que cambiara también mi temperatura corporal, ya que el cerebro, y, por ende, el cuerpo, interpreta el miedo como frío. Pasado el peligro, empezaría a producir más noradrenalina donde antes había un "high" de adrenalina, para avisarle al cuerpo que ya puede relajarse y que no hace falta salir huyendo ni enfrentarse a nada.