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Supervisión y control: ¿dónde está el límite?

Supervisión y control: ¿dónde está el límite?

de Laia Solà Ruano -
Número de respuestas: 1

Una de les dificultades con las que me encuentro en terapia es en saber dónde está el límite sano a la hora de supervisar y controlar a los y las adolescentes.

Entiendo que no no hay un límite universal y que siempre se tiene que valorar teniendo en cuenta la historia previa, las características del/de la adolescente... però aún así me comporta muchas dificultades porqué, a  menudo, detrás de este control supervisió excesiva hay una justificación y normalización por parte de la familia.

Las situaciones que me sugieren más dudas:

- Hasta qué punto los progenitores deben supervisar el móvil y las conversaciones de sus hijos/as?

-Hasta qué punto los progenitores deben intervenir en la decisión de sus hijos sobre si realizar bachillerato, grado medio, cuál realizar... (aquí tengo muy claro que debe ser decisión del adolescente, pero muchas familias cuestionan a su hijo y no toman por válidos sus argumentos alegando que no es suficentemente maduro, que su decisión no es tomada son sensatez, etc.).

-Hasta qué punto los progenitores pueden saber acerca de sus hijos.Hay padres que exigen a sus hijos saber si tienen novio/a, quieren conocerla, no les dejan salir, exigen saber en todo momento con quién sale y dónde va...

- Cuando hay una historia previa de mentiras, está justificado que los padres (por miedo, desconfianza, preocupación) controlen tanto a su hijo? Casos de jóvenes (18-20) que sus padres les obligana poner el geolocalizador.


Entiendo que no hay un criterio establecido y que se tiene que valorar cada caso en concreto... pero la verdad es que acaban siendo casos que me sugieren muchas dudas.


Gracias!

En respuesta a Laia Solà Ruano

Re: Supervisión y control: ¿dónde está el límite?

de Laia Salat i Foix -
Hola Laia,
¡Qué cuestiones tan interesantes que planteas...! y sin duda, qué difícil es responderlas...
Tal y cómo avanzas, la respuesta dependerá tanto de cada realidad familiar como de cada individuo que la compone...
Tal y cómo comentaba en la unidad anterior, una de las funciones de la familia es la de proteger. Es por ello que debemos (y es nuestra responsabilidad parental), hasta “al menos los 18”, estar allí, conocer e interesarnos por lo que hacen y cómo se relacionan.
Actualmente sabemos que las tecnologías suponen otras formas de relación que abren mil ventanas, tanto positivas (posibilidad de conocer gente de culturas y países lejanos...) y negativas (acoso...).
Según mi parecer es imprescindible prevenir, y esto se hará en el momento de entregar un dispositivo a nuestro/a hijo/a. No se trata de “dar el móvil y ya”, conviene siempre establecer las reglas de uso. Será importante determinar cómo se va a utilizar y qué supervisión se realizará estableciendo un pacto que implique lo que se considere oportuno (hay familias que pueden plantear una supervisión semanal, entrando en los chats y comprobando apps, u otras que decidirán que la supervisión será quincenal y únicamente entrando en redes sociales...) y que permita poder disponer (cómo padres) del dispositivo cuando se considere. Cuando los adolescentes saben que estamos allí, probablemente minimicen los comportamientos inadecuados.
En cuanto a los temas académicos, claro está que con la multitud de opciones que se ofrecen actualmente debemos acompañar a nuestros adolescentes a que tomen la mejor decisión según sus características, recorrido e intereses, siempre, “mirándolos” como personas válidas y capaces. Cuando trabajamos con jóvenes con TDAH, dificultades de aprendizaje u otros trastornos del neurodesarrollo es importante empatizar con ellos, hablar mucho y acompañarlos en el desarrollo de su objetivo académico-laboral. La deserción por frustración, por exigencias demasiado altas o por “no sentir que hago lo que quiero” puede tener costes muy elevados que pueden ser caros de subsanar. Actuar según estas premisas será actuar responsablemente.
Los padres y madres debemos ( y queremos) saber de una forma genuina, sincera y empática sobre las vidas de nuestros hijos/as, igual que hemos sabido (y estado) durante su infancia; porque nos interesa, nos importa y nos implica...A partir de aquí, cada familia debe analizar cómo y porqué establece esta relación...La adolescencia es una oportunidad para adquirir autonomía, crecer e individualizarse, aun así, debe ser acompañada.
En cuanto al último de los aspectos que planteas, pienso que es crucial establecer pactos, los y las jóvenes deben ofrecernos confianza, y si en momentos se ha fallado, es importante que pueda restablecerse con responsabilidad. Podemos establecer plazos de más control parental, y según vayan, actuaremos en consecuencia. Si sabemos plantearlos des del respeto, preocupación y protección, seguro que funciona...
Espero haber encendido alguna luz en tus cuestiones...