La salud mental en España ha sido un problema soterrado, del que no se hablaba mucho, que atendía y funcionaba, pero aún le quedaban muchos aspectos que mejorar y reforzar, diferencias muy notorias de unas comunidades a otras, ratios de atención, escasez de recurso sociales y de rehabilitación, escasa o inexistente red de recursos especializados en infancia y adolescencia, mejor coordinación interinstitucional... Ha tenido que llegar una pandemia para poner sobre la mesa un problema social y de salud, que cada vez afecta a más gente. La pandemia no sólo ha puesto de manifiesto la importancia de la salud mental en la población en general, sino que ha puesto en el foco, la salud mental infanto-juvenil, de lleno. Generalmente los problemas de salud mental vienen desencadenados por la influencia entre ambiente y genética, siendo este ambiente en muchas ocasiones determinante para el desarrollo de patologías clínicas.
La infancia, y la adolescencia especialmente, son etapas de constante evolución y aprendizaje, donde se construyen los adultos del mañana, donde se ponen en juego el desarrollo de la personalidad e identidad, en la que se aprenden a identificar y manejar las propias emociones, etapa donde se van desarrollando distintas dimensiones cognitivas y afectivas, etc...y todo este aprendizaje se hace siempre, como buenos seres sociales, a través del otro, ya sea en las relaciones familiares, escolares, pero primordialmente, con el grupo de iguales.
La constante evolución y aprendizaje de esta etapa debe ir acompañada de un sostén familiar y social, que asegure que la experimentación y desarrollo se hará en un entorno controlado y seguro. Cuando este entorno (ambiente) no es el adecuado, es donde pueden comenzar las dificultades en el desarrollo, que de no ser atendidas pueden dar lugar a trastornos más graves y se pueden mantener en la vida adulta con el riesgo de cronificación.
Y esto es lo que ha ocurrido en la pandemia. El entorno era muchas cosas, pero desde luego no parecía seguro, la incertidumbre se instaló en nuestras vidas y en las de miles de niños, niñas y adolescentes, que vieron interrumpidas de la noche a la mañana todas sus rutinas y actividades, y con ellas toda posibilidad de contacto social, más allá de la familia. Esto por sí solo, creo, que ya fue bastante impactante para el desarrollo de los niños y adolescentes.
Si además este confinamiento se vivió en hogares en condiciones socio económicas precarias, o que se encontrasen sujetas a la evolución de la pandemia (paro, ertes...), o donde la violencia y el maltrato estaban presentes, donde algún familiar se pudiera haber visto afectado o fallecido por covid...la afección al desarrollo de la infancia ha sido aún mayor, pues el ambiente en el que muchos niños se han visto obligados a desarrollarse no ha sido seguro, ni se han visto favorecidas unas condiciones óptimas para un buen desarrollo personal, cognitivo y emocional.
Hay que aprovechar este discurso sobre Salud Mental y hacer un plan estatal que dé respuesta a este incremento en las atenciones, con un enfoque socio comunitario, donde estén implicados todos los agentes sociales, con mayores recursos para la prevención y promoción de la salud mental, sin olvidar la mejora en la red de recursos de atención y rehabilitación de la red de salud mental, así como un trabajo de antiestigmatización que de visibilidad a la población afectada y favorezca un buen pronóstico social.