Leer titulares de este tipo impactan y duelen, porque antes de la llegada del la COVID la situación tampoco era muy positiva y lo que ha hecho este virus es fomentar las carencias que ya sufríamos. Había y sigue habiendo una gran diferencia entre las necesidades relacionadas con la salud mental y la financiación destinada a esta cuestión. No debemos olvidar que la salud mental no depende de la genética, depende de la relación que se establece entre la genética, el ambiente social y las vivencias personales que uno tenga.
Durante estos meses de confinamientos y restricciones, las relaciones sociales con cualquier tipo de grupo (familia, amigos, colegio, parques...) han sido eliminadas de la vida de los niños y adolescentes, las cuales son muy importantes durante el desarrollo. También, toda la situación que han vivido y siguen viviendo impiden a los niños y jóvenes gozar de una salud mental positiva o no pueden acceder a las ayudas necesarias. Las circunstancias de vida de la población han sufrido cambios. El miedo, incertidumbre, no rutinas, aislamiento, pobreza (factores de riesgo)... han provocado trastornos de ansiedad y esto ha encadenado a otras cosas. Y ante tal situación no deberíamos habernos planteado preservar los derechos de los niños y niñas, su salud mental y su desarrollo integral?